En Forbe siempre os animamos a que deis el paso y apostéis por dedicaros a lo que de verdad os apasiona y os mueve. ¡Sí se puede! Hoy hablamos con una de esas personas que lo ha conseguido. Rubén Vieira juega al baloncesto desde los 12 años y siempre tuvo claro que quería trabajar en algo relacionado con el deporte. Ahora, es preparador físico del Monbus Obradoiro. Charlamos con él sobre su profesión, motivación y actitud. ¡No os lo perdáis!
Todos sabemos que los equipos cuentan con uno o varios preparadores físicos pero… ¿en qué consiste realmente esta profesión?
La preparación física engloba varias facetas tales como la planificación de los microciclos, control de las cargas, prevención de lesiones, trabajo individualizado para la mejora del jugador, participación activa durante todas las sesiones de entrenamiento, etc. Además, los preparadores físicos deben coordinarse con los entrenadores y estar a su disposición para posibles modificaciones o demandas imprevistas, así como facilitar el día a día al propio club y ser una ayuda constante para el buen funcionamiento del equipo.
¿En qué momento decidiste convertirte en preparador físico y por qué? ¿Cómo fueron tus primeros pasos?
Jugué al baloncesto desde los 12 años y siempre tuve claro que quería trabajar en algo relacionado con el deporte. Desde que empecé a jugar al basket me tocó compaginar mis estudios con los entrenamientos. Con 24 años tuve la oportunidad de empezar a trabajar como preparador físico en el COB (Club Ourense Baloncesto). Siempre pienso que fue una cuestión de estar en el momento y lugar adecuados. Así, durante cinco años me encargué de la parcela física del club de mi ciudad, en la que colaboré también con alguna labor de entrenador. Mis años en el COB me abrieron el camino para llegar al Monbus Obradoiro y ya voy por mi cuarta temporada en Santiago de Compostela.
“Siempre digo que es un camino largo pero muy bonito. Mi objetivo principal es disfrutar del camino”
¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo? ¿Y lo que más te motiva?
La motivación laboral debe estar presente en el día a día, es clave para que cualquier conjunto funcione bien. En mi caso, me motiva el lograr los objetivos que me planteo al inicio de temporada con cada uno de los jugadores, buscando un ambiente de trabajo agradable para que los chicos se sientan comprometidos con su trabajo y motivados para lograr las metas que nos planteamos cada semana. El día a día es un aprendizaje constante y debemos ser muy proactivos para atajar cualquier imprevisto. Confieso que tengo la suerte de que me apasiona mi trabajo.
Como preparador físico, pasas mucho tiempo con el equipo… Además de instrucciones para que mejoren su condición física y su alimentación, ¿tienes algún plan para motivarlos? ¿Cómo conseguís ese «espíritu de equipo» tan característico del «Obra»?
Lo cierto es que no tengo ningún plan específico para motivarlos, pero cada uno de los que formamos parte del club conseguimos motivarles con nuestro trabajo. La profesionalidad de cada miembro del club aumenta indirectamente el rendimiento de cada jugador. Los chicos deben percibir que existen planes de trabajo, que las sesiones están preparadas y que todo se hace por algo. Sin duda nuestro “espíritu de equipo” es muy característico. Creo que el punto de partida para generar ese espíritu propio del Obra es el perfil del jugador que se ficha, ya que todos tienen unas cualidades esenciales: deben ser “buenas personas” y con “buenos hábitos de trabajo”. Sobre esto se asientan los cimientos de nuestro espíritu.
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